Pico los
Paseantes y Pico el Calar 1.780 m.
El Valle
Estrecho
Montaña
Palentina
(Siempre
que regresas a la montaña encuentras algo diferente e interesante)
“Sensaciones
en la cima”
19 de enero 2016
Una ruta sencilla y atractiva.
Salimos en coche desde Cervera hacia el Valle Estrecho hasta el pueblo de
Ventanilla. Tomamos el camino de la iglesia y giramos a la derecha, pasamos por
un bosque de pinos albar; en el suelo hay nieve donde descubrimos huellas de
ciervos, jabalís y garduñas; vamos ascendiendo hasta alcanzar el Pico Calar y
el de los Paseantes.
Recorrimos 10 km.
Caminantes: Manolo, Luis, Otto, Alberto, Jesús, y Teo.
“Sensaciones”
Surcos profundos en su piel, años escondidos de sabiduría milenaria, observadora, notaria y guardiana de la montaña. La sabina
Es la sabina de naturaleza muerta, sabina del pasado, del presente y del futuro. Al fondo el Pico Curavacas.
Pico los
Paseantes y Pico el Calar 1.780 m.
El Valle
Estrecho
Montaña
Palentina
Alcanzar la cima de una
montaña es grandioso, aunque sea como en esta ocasión, la de una cumbre menor,
la del Pico de los Paseantes. Creas una serie de fantasías, son momentos
mágicos donde terminan por cumplirse pequeñas expectativas físicas, emocionales,
de amistad, de participación de la naturaleza. Hoy, desde esta pequeña cima,
percibes el color, la frescura, la luminosidad de la nieve de la montaña. Al
fondo, en la lejanía, sobre el Pico Espigüete, unos trazos azulados de gran
viveza; nubes ligeras sobre el Pico del Curavacas, y aquí, casi la tocamos,
como una enorme bola blanca que crece en el bosque, la Peña Redonda.
Atrás habíamos dejado
el pueblo de Ventanilla, la iglesia con su espadaña, el río ribera.
Nos tiramos al monte, andamos
por un camino, que a veces no existe ni senda ni tal camino, pero avanzamos,
ascendemos por pedregales y llegamos al lugar deseado. Este camino nevado cruza
por un bosque de pinos albar, el pino silvestre; pinos altos, rectos,
cilíndricos, uniformes. Al caminar sientes el crujir de la nieve helada, y sobre
el suelo nevado, huellas de ciervo, de jabalí, de la garduña depredadora.
Subimos y bajamos
montañas, fantaseamos. A media ladera, sola, aislada, entre pedregales se
encuentra la sabina árbol; impasible resiste la llamarada solar, la nieve, la
lluvia y el viento. Es la sabina de naturaleza muerta, sabina del pasado, del
presente y del futuro. Surcos profundos en su piel, años escondidos de sabiduría
milenaria, observadora, notaria y guardiana de la montaña. A través de la bifurcación de sus dos brazos, observamos
la otra perspectiva de nuestro Curavacas nevado.
Surcos profundos en su piel, años escondidos de sabiduría milenaria, observadora, notaria y guardiana de la montaña.
Al fondo, en la lejanía, sobre el Pico Espigüete, unos trazos azulados de gran viveza;
Alcanzar la cima de una montaña es grandioso, aunque sea, como en esta ocasión, la de una cumbre menor, la del Pico de los Paseantes.
Atrás habíamos dejado el pueblo de Ventanilla, la iglesia con su espadaña, el río ribera.
A media ladera, sola, aislada, entre pedregales se encuentra la sabina árbol; impasible resiste la llamarada solar, la nieve, la lluvia y el viento.
Surcos profundos en su piel, años escondidos de sabiduría milenaria, observadora, notaria y guardiana de la montaña.
Huella de ciervo
Huella de garduña depredadora
Huella de jabalí ?¿
Este camino nevado cruza por un bosque de pinos albar, el pino silvestre; pinos altos, rectos, cilíndricos, uniformes.
El pico de Curavacas y el pueblo de Santibañez de Resoba
aquí, casi la tocamos, como una enorme bola blanca que crece en el bosque, la Peña Redonda.
una enorme bola blanca que crece en el bosque, la Peña Redonda.
Al fondo, en la lejanía, sobre el Pico Espigüete, unos trazos azulados de gran viveza;
Alcanzar la cima de una montaña es grandioso, aunque sea, como en esta ocasión, la de una cumbre menor, la del Pico de los Paseantes.
La bajada también anima.
Pico de los Pasantes
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