miércoles, 20 de enero de 2016

Pico los Paseantes y Pico el Calar 1.780 m. El Valle Estrecho. Montaña Palentina



Pico los Paseantes y Pico el Calar 1.780 m.
El Valle Estrecho
Montaña Palentina
(Siempre que regresas a la montaña encuentras algo diferente e interesante)
“Sensaciones en la cima”

19 de enero 2016

 

Una ruta sencilla y atractiva.

Salimos en coche desde Cervera hacia el Valle Estrecho hasta el pueblo de Ventanilla. Tomamos el camino de la iglesia y giramos a la derecha, pasamos por un bosque de pinos albar; en el suelo hay nieve donde descubrimos huellas de ciervos, jabalís y garduñas; vamos ascendiendo hasta alcanzar el Pico Calar y el de los Paseantes.
Recorrimos 10 km.
Caminantes:  Manolo, Luis, Otto, Alberto, Jesús, y Teo.

“Sensaciones”


Surcos profundos en su piel, años escondidos de sabiduría milenaria, observadora, notaria y guardiana de la montaña.  La sabina


Es la sabina de naturaleza muerta, sabina del pasado, del presente y del futuro. Al fondo el Pico Curavacas.


Pico los Paseantes y Pico el Calar 1.780 m.
El Valle Estrecho

Montaña Palentina 



Alcanzar la cima de una montaña es grandioso, aunque sea como en esta ocasión, la de una cumbre menor, la del Pico de los Paseantes. Creas una serie de fantasías, son momentos mágicos donde terminan por cumplirse pequeñas expectativas físicas, emocionales, de amistad, de participación de la naturaleza. Hoy, desde esta pequeña cima, percibes el color, la frescura, la luminosidad de la nieve de la montaña. Al fondo, en la lejanía, sobre el Pico Espigüete, unos trazos azulados de gran viveza; nubes ligeras sobre el Pico del Curavacas, y aquí, casi la tocamos, como una enorme bola blanca que crece en el bosque, la Peña Redonda.
Atrás habíamos dejado el pueblo de Ventanilla, la iglesia con su espadaña, el río ribera.
Nos tiramos al monte, andamos por un camino, que a veces no existe ni senda ni tal camino, pero avanzamos, ascendemos por pedregales y llegamos al lugar deseado. Este camino nevado cruza por un bosque de pinos albar, el pino silvestre; pinos altos, rectos, cilíndricos, uniformes. Al caminar sientes el crujir de la nieve helada, y sobre el suelo nevado, huellas de ciervo, de jabalí, de la garduña depredadora.

Subimos y bajamos montañas, fantaseamos. A media ladera, sola, aislada, entre pedregales se encuentra la sabina árbol; impasible resiste la llamarada solar, la nieve, la lluvia y el viento. Es la sabina de naturaleza muerta, sabina del pasado, del presente y del futuro. Surcos profundos en su piel, años escondidos de sabiduría milenaria, observadora, notaria y guardiana de la montaña.  A través de la bifurcación de sus dos brazos, observamos la otra perspectiva de nuestro Curavacas nevado.



Atrás habíamos dejado el pueblo de Ventanilla, la iglesia con su espadaña, el río ribera.



A media ladera, sola, aislada, entre pedregales se encuentra la sabina árbol; impasible resiste la llamarada solar, la nieve, la lluvia y el viento. 


Surcos profundos en su piel, años escondidos de sabiduría milenaria, observadora, notaria y guardiana de la montaña. 






Huella de ciervo


Huella de garduña depredadora


Huella de jabalí ?¿


Este camino nevado cruza por un bosque de pinos albar, el pino silvestre; pinos altos, rectos, cilíndricos, uniformes.


El pico de Curavacas y el pueblo de Santibañez de Resoba


aquí, casi la tocamos, como una enorme bola blanca que crece en el bosque, la Peña Redonda.





una enorme bola blanca que crece en el bosque, la Peña Redonda.


Al fondo, en la lejanía, sobre el Pico Espigüete, unos trazos azulados de gran viveza;


Alcanzar la cima de una montaña es grandioso, aunque sea, como en esta ocasión, la de una cumbre menor, la del Pico de los Paseantes. 


La bajada también anima.


Pico de los Pasantes



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