domingo, 18 de enero de 2015

EL BARRANCO DE LOS VALLES DE LA PEÑA- PICO REBANAL 1.865 M. MONTAÑA PALENTINA2012-05-17 

 EL BARRANCO DE LOS VALLES

Pico Rebanal 1.835 m

ASCENSO POR VELILLA DE LA PEÑA

13/05/2012

SENSACIONES EN LA CIMA

 Zona Parque Fuentes Carrionas (Palencia) ESPAÑA

Ponemos ESPAÑA en honor a los muchos visitantes a nuestro blog de los países  sudamericanos, desde aquí un saludo.

Ruta fácil para dar un paseo. Desde Cervera en coche hasta el pueblo de Velilla de la Peña donde iniciamos la marcha por la parte sur.

15 km

CLUB DE PESCA Y MONTAÑA RIVERA-PISUERGA-CERVERA DE PISUERGA-

Seis grandes  montañeros

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Al descender, a media falda de la montaña, divisamos en medio de una corraleta una curiosa choza. Sorprende su estructura, su originalidad, forma circular. Su base de piedra, un entramado de largos palos para acabar en forma cónica, una protección de escobas en su cubierta sin llegar a tapar lo más alto. Desde su interior, la vista de una tela de araña, un rosetón de catedral.




EL BARRANCO DE LOS VALLES
Ascenso al Pico Rebanal 1.835 m.

  Desde el inicio de la marcha  el  sol  calienta con alegría  y hace que pronto nos despojemos de nuestras prendas más pesadas.  Día luminoso, al fondo una atractiva niebla tenue cubre de blanco fragmentado las montañas creando un espectáculo fantástico.
En nuestro descenso, el azar nos conduce al “barranco de los valles”. Entre grandes roquedales descubrimos un paisaje abrupto, de piedras húmedas engañosas, de zarzas que cortan el camino, callejón tortuoso. Antes de entrar, echamos mano de la prudencia, escudo eficaz para dimensionar los pequeños riesgos, queremos evitar la trampa de tener que desandar lo recorrido. Gelo apasionado, hombre recio da el primer paso, explora, se adentra con decisión, alza sus brazos, arenga a los montañeros, no hay gran dificultad, los desniveles no son bruscos. En ocasiones tiramos los bastones, apoyamos las posaderas sobre la roca, nuestras manos amarran las piedras laterales, un buen salto y vamos avanzando. Conforme nos adentramos, la intensidad del sol se va apagando, en ocasiones se transforma en una sombra oscura ocasionada por los altos farallones. Llegamos a un cortado, tal vez un poco complicado, cautela, nos desviamos, subimos por la pared lateral hasta alcanzar lo más alto para bajar de nuevo y continuar el camino por el barranco que tanto nos entusiasma. El  “montañero” simula morder la mandíbula de un animal. Se ha terminado el recorrido. Al fondo una cascada de colores produce los diferentes árboles escalonados. Un prado muy verde, la burra con su pollino, caballos de larga melena blanca.
Habíamos salido  a las 8:30 de la mañana del pueblo de Velilla de la Peña, que antes se llamaba Velilla de Tarilonte. Su iglesia románica recién restaurada, con sus diferentes alturas, llama nuestra atención. Continuamos por un camino suave, sin dificultad. Ya en lo más alto un paso entre rocas alargadas rompe la rutina del camino. Una de sus rocas es majestuosa, es “el espíritu del valle”, encarnado, el dedo de su mano derecha se recrea señalando al majestuoso Pico Espigüete. En la cima de los roqueros los ciervos nos contemplan. Ya en la cima del pico Rebanal, “el montañero” se sienta en la roca del precipicio entre la niebla y contempla las nieves blancas fragmentadas de la Peña Redonda.
Al descender, a media falda de la montaña, divisamos en medio de una corraleta una curiosa choza. Sorprende su estructura, su originalidad, forma circular. Su base de piedra, un entramado de largos palos para acabar en forma cónica, una protección de escobas en su cubierta sin llegar a tapar lo más alto. Desde su interior, la vista de una tela de araña, un rosetón de catedral. Aprovechamos para un tentempié frugal, sobrio a no ser por la tarta de Maripaz, del chorizo, el jamón y el rioja de Gelo que al fin nos dio fuerzas para cruzar el barranco del valle sin dificultad.
Ya estamos en el Bar de Velilla de la Peña unos torreznos crujientes de chuparse los dedos.

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Ya en la cima del pico Rebanal, “el montañero” se sienta en la roca del precipicio entre la niebla y contempla las nieves blancas fragmentadas de la Peña Redonda.


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Día luminoso, al fondo una atractiva niebla tenue cubre de blanco fragmentado las montañas creando un espectáculo fantástico.

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Una de sus rocas es majestuosa, es “el espíritu del valle”, encarnado, el dedo de su mano derecha se recrea señalando al majestuoso Pico Espigüete

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Ya en lo más alto un paso entre rocas alargadas rompe la rutina del camino.


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La otra cara de la Peña Redonda.

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Al fondo el Pico Espigüete.


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Al fondo una atractiva niebla tenue cubre de blanco fragmentado las montañas creando un espectáculo fantástico.



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En la cima de los roqueros los ciervos nos contemplan


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Peña Redonda

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nuestras manos amarran las piedras laterales, un buen salto y vamos avanzando.


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Antes de entrar, echamos mano de la prudencia, escudo eficaz para dimensionar los pequeños riesgos, queremos evitar la trampa de tener que desandar lo recorrido.

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 No entusiasman estos pasos, no son de gran dificultad



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 El  “montañero” simula morder la mandíbula de un animal.


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En ocasiones tiramos los bastones, apoyamos las posaderas sobre la roca, nuestras manos amarran las piedras laterales, un buen salto y vamos avanzando. 

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 Llegamos a un cortado, tal vez un poco complicado, cautela, nos desviamos, subimos por la pared lateral hasta alcanzar lo más alto para bajar de nuevo y continuar el camino por el barranco que tanto nos entusiasma

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un paisaje abrupto, de piedras húmedas engañosas, de zarzas que cortan el camino,


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Se colocan las manos en las paredes laterales, un saltito y a continuar

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 Un prado muy verde, la burrita con su pollino-

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 Caballos de larga melena blanca






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Su iglesia románica recién restaurada, con sus diferentes alturas, llama nuestra atención

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Al fondo una cascada de colores produce los diferentes árboles escalonados.


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Cima Peña Rebanal

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El prisionero

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Desde su interior, la vista de una tela de araña, un rosetón de catedral.

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Muy formalitos ellos.


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 Velilla de la Peña



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